Cuando me regalaron este libro ya me avisaron de que me olvidara de la película... Yo hice caso omiso y lo empecé con la vana esperanza de que en algún momento aparecería Denys Finch Hatton (Robert Reford) y le lavaría la cabeza a Karen Blixen (Meryl Streep). No llegué ni a la mitad y casi parezco Sara Montiel diciendo: ¡ Pero qué invento es estooo ! Prácticamente nada de lo que pasaba en la película estaba sucediendo así que... lo dejé. Sí señores, a veces somos tan simplones que cuando se nos mete una cosa en la cabeza no vemos más allá y dejamos pasar cosas realmente interesantes (tanto que hasta citamos a Sara Montiel loqueando).
Menos mal que la cordura volvió a mí y meses después decidí darle una nueva oportunidad sin Denys ni Roberts que valgan (que salir sí que sale pero de lo de lavar cabezas nos olvidamos). Y descubrí una nueva autora a la que estoy deseando volver a leer: Isak Dinesen, seudónimo que utilizó la danesa (y baronesa) Karen Blixen (1885-1962) .
Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong... A cualquiera que haya visto la película le sonará esta frase con la que la autora empieza el libro, cuyo título original es Out of Africa (1937). Karen Blixen nos cuenta sus vivencias en esa granja de Kenia, donde dirigió una plantación de café durante 17 años, desde 1914 hasta 1931, cuando tuvo que abandonarla muy a su pesar y dejar África para volver a su país de origen: Dinamarca.
El libro está dividido en cinco partes, en las que los recuerdos saltan de un lado a otro, no hay un orden específico. Recuerda los paisajes (los describe de tal manera que parece que los estás viendo) y las personas que la rodean, como sus trabajadores nativos y sus conversaciones con ellos. Nos da a conocer las peculiaridades y las tradiciones de los somalíes, los kikuyus y los masais. Nos habla de su gacela Lulú, que se paseaba por la casa como si fuera un perro y de las frecuentes visitas de sus amigos europeos, entre ellos el ya mencionado Denys (del que habla sólo como un amigo), que la lleva de caza y a dar paseos en su avioneta, haciéndole descubrir nuevos paisajes desde el aire (mítica escena de la película...). Y así hasta la última parte, en la que nos cuenta cómo la granja se va a pique y se tiene que despedir de su querida África, de algunos amigos y de todo lo que la rodeaba.
La baronesa y Denys Finch. Poco parecido le encuentro con Robert Reford...
La baronesa y Denys Finch. Poco parecido le encuentro con Robert Reford...
Más que una novela, yo diría más bien, que es un diario desordenado, unas memorias nostálgicas de su estancia en África, en las que poco a poco te vas metiendo sin darte cuenta y, cuando menos te lo esperas, ya las has terminado. Lo dicho, mejor olvidarse de la película para poder disfrutarlas libremente.
La película, dirigida por Sidney Pollack en 1985, está inspirada en este libro y otros más de esta autora, y en alguna biografía. Desde luego, ambas son muy diferentes, pero tienen en común que son dos historias de amor: en el libro se refleja el amor de la autora por África y en la película se centra más en el terreno personal y sentimental y, sobre todo, en su historia con Denys Finch. Me sería muy difícil elegir cuál me gustó más, pero no puedo evitar que me salga la vena romanticona y seguir pensando en esa escena de la que tanto hablo...
Como la BSO de Memorias de África está más que oída, aprovecho que estamos en África para poner una canción de un cantante africano que me encanta y que descubrí gracias a Almodóvar, en la película Todo sobre mi madre: Tajabone, de Ismael Lo.